viernes, octubre 30, 2009

¿Indígena?...Tu abuela…¡¡¡


Varios hijos de la Nación mapuche han dado ya su vida en los últimos años en la lucha por la recuperación de sus tierras. Muchos más han sufrido el atropello y la humillación. Ese ha sido el fruto de la respuesta represiva del Estado chileno. En el último tiempo, a la represión éste ha sumado algunas propuestas políticas. Entre estas, la de crear un “Ministerio de Asuntos Indígenas” y una “Agencia de Desarrollo Indígena”.


Desde la escuela filosófica de la Ontología del Lenguaje, también conocida como Escuela de Santiago, se plantea que las palabras no describen el mundo, sino que lo inventan. Con esa invención del mundo mediante el lenguaje, las personas le dan sentido a su vida. Las palabras, entonces, no son inocentes, sino que están cargadas de dinamita…o de miel. Por eso, imponer ciertas palabras, ciertas distinciones del lenguaje, conlleva un tremendo poder, pues con esas distinciones abrimos o cerramos posibilidades de acción.


Veamos entonces qué mundo inventa la palabra “indígena”. Históricamente, es un término creado por los invasores europeos, para referirse a las naciones que encontraron a su llegada a “Abya Yala”, tierra en florecimiento, que es el nombre con que el pueblo Kuna nombraba a este continente. Los invasores usaron la palabra “indios” por un gigantesco error de navegación, ya que como es sabido, Colón pretendía llegar a la India por el Oeste y en sus cuadernos de viaje consigna su convencimiento inicial de haberlo logrado. Bueno, y ese error se asentó en el lenguaje de los dominadores y es el mismo lenguaje con el que hoy Bachelet quiere denominar a su institucionalidad. Sin embargo, al seguir ocupando las palabras de los dominadores, se sigue perpetuando la dominación.


Nos preguntamos por qué a los originarios de estas tierras se les denomina indígenas y en cambio a los originarios de Europa no se les denomina, por ejemplo, “europígenas” o algo similar. La terminación “gena” sólo se utiliza corrientemente en otra palabra: “alienígena”. Ambas llevan implícita la idea de otro que es distinto, muy distinto, y en verdad, inferior y peligroso.


Pues bien, las naciones originarias no están compuestas por indígenas. Están compuestas por personas pertenecientes a naciones orgullosas, que en algunos casos construyeron civilizaciones muy adelantadas en muchos aspectos a los invasores europeos. Estos pudieron prevalecer por su superioridad tecnológica militar y especialmente, por dominar el arte de la traición y la intriga. En el caso de la Nación mapuche, no han bastado casi cinco siglos para ahogar su profunda voluntad de ser. Si el actual gobierno comprendiera esto, quizás entendería que no se trata de crear un “Ministerio de Asuntos Indígenas”, así como los ingleses tenían su “Ministerio de Asuntos Coloniales”.


Quizás así entendería el Gobierno que no se trata sólo de conflictos por tierras, sino de una lucha de dignidad y liberación nacional. Quizás también comprendería que para asumir tal desafío en paz y creadoramente, se debe avanzar en convertir a Chile en un Estado plurinacional. Un Estado plurinacional que dé a todas sus naciones integrantes un justo lugar en la construcción de su destino. Un Estado plurinacional que permita que las naciones originarias puedan aportar en plenitud toda su sabiduría, la sabiduría del “Suma Qamaña”, del Buen Vivir y Convivir. Esa sabiduría que puede ayudar hoy a reequilibrar los impactos de la cultura occidental, responsable de poner en el mayor de los peligros a nuestro único hogar en el universo. Un Estado de Chile plurinacional, así más complejo, no sólo sería más justo; como los ecosistemas, también sería más vibrante, más vital.


Luis Mariano Rendón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si profesor, recuerdo cuando me hizo un alto cuando le prenuncie :"Tengo desendencia indigena" y usted respondio:"Alto como dices aquello".


Saludos, nos estamos viendo muy pronto y un fuerte abrazo.


Rodrigo Moreira Alcota, Iquique-Chile

Unknown dijo...

Hola Rodrigo,

Sí, me acuerdo. Estábamos conversando afuera de la sala del seminario.

Un abrazo