jueves, febrero 03, 2011

La Doctrina Bachelet

De labios de quien fuera su Ministro de Defensa, el país ha conocido cual fue la doctrina del Gobierno de Bachelet en materia de promoción de oficiales que hubiesen integrado la CNI. Francisco Vidal, con su desparpajo habitual, señaló que se decidió considerar “irrelevante” ese antecedente a la hora de las promociones al alto mando. El Gobierno actual, dándole continuidad a esa misma doctrina, decidió ratificar al general Guillermo Castro en el cargo de Jefe del Estado Mayor del Ejército.

Por cierto que no fue la única situación en que el Gobierno de Bachelet demostró no tener demasiados escrúpulos en materia de derechos humanos. Al mismo tiempo que promovía a ex integrantes de la CNI, aplicaba la Ley Antiterrorista de Pinochet, violatoria de principios fundamentales del debido proceso, contra la movilización mapuche. Con ella persiguió incluso a menores de edad. Pero en otras direcciones políticas, tampoco la ex gobernante demostró mayor complicación cuando de visita en Cuba, salió trotando no muy delicadamente cuando le avisan que el dictador en retiro se dignaba a recibirla. Al parecer, mientras se fotografiaba alegremente con ese otro Castro, no se la notaba mayormente preocupada por los presos de conciencia, que en esos mismos momentos languidecían en las cárceles castristas, por el delito de disentir.

Pero analicemos más detalladamente la doctrina de la “irrelevancia” de la ex mandataria en relación a la CNI. Primero, es bueno recordar, para las jóvenes generaciones, que numerosos integrantes de la CNI han sido condenados por los tribunales de justicia por diversos asesinatos de opositores cometidos en operaciones de dicho organismo. Pero incluso sin considerar los asesinatos, la CNI era un organismo donde la tortura estaba institucionalizada y formaba parte del procedimiento común aplicado a los prisioneros. Dejemos hablar al Informe de la Comisión Valech para recordar el procedimiento de rutina del organismo en que sirvió el general Castro:

“Durante la permanencia en recintos de la CNI, a los detenidos se les torturaba con los mismos métodos de las etapas previas, entre los cuales fueron, nuevamente, los más frecuentes los golpes reiterados al bulto y en zonas específicas y la aplicación de electricidad. Era práctica común desnudar y vendar los ojos a los detenidos por largo tiempo. También se recurría con insistencia a otros métodos de tortura, como agresiones sexuales, colgamientos, asfixia y quemaduras. Como ya era costumbre, la aplicación de torturas comenzaba en el momento de la detención, mediante golpes y amenazas. Las víctimas, de inmediato privadas de visión con vendas o capuchas, podían comenzar a ser interrogadas ya en el vehículo de los agentes. Recurrentemente, apenas ingresados al recinto de detención, los afectados eran torturados con electricidad”(Informe Comisión Valech, página 250).
Este era pues, el organismo al que todas las mañanas, después quizás de dejar a sus niños en el colegio, llegaba a prestar sus servicios el ahora general Castro. Vamos a ponernos en el mejor de los casos para él. Vamos a suponer que, directamente, el no acostumbraba a quemar con cigarrillos a los detenidos. Vamos a suponer también que él no colocaba los electrodos a los prisioneros y que tampoco decidía el voltaje de cada descarga. Vamos a suponer, igualmente, que quizás por su religiosidad, no gustaba de participar en las agresiones sexuales contra detenidos o detenidas. Vamos a presumir, que no iba con su sensibilidad el asfixiar a los prisioneros y que colgarlos, derechamente lo indisponía. Vamos a conjeturar que tampoco gustaba de presenciar estos procedimientos y que ni siquiera nunca le tocó dar una orden para que alguien fuera torturado. Bueno, con todas esas suposiciones, algunas bien difíciles, estamos obligados a concluir que al menos, el general Castro fue encubridor de torturadores. En efecto, es evidente que un oficial, además un oficial de la especialidad de inteligencia, que sirve cuatro años en la CNI, años duros, de 1979 a 1982, no pudo menos que saber que allí se torturaba. Y resulta que la tortura, incluso bajo la legislación vigente en esa época de dictadura, era un acto ilícito. Y entonces, teniendo conocimiento de la comisión de actos ilícitos, el hoy general Castro no efectuó las denuncias correspondientes ni hizo nada para al menos, quedar al margen de ese organismo. Eso lo inhabilita moralmente para ejercer un cargo del nivel de responsabilidad del Jefe de Estado Mayor del Ejército. Creemos que no se dará la situación, pero si el general Castro adujese, por el contrario, que nunca tuvo conocimiento que en la CNI se torturaba, significa que también estaría inhabilitado para el cargo, pero en ese caso por inhabilidad intelectual.

Alguien podría alegar, en defensa del general Castro, que como muchos otros soldados, no tuvo opción y no le quedó más que obedecer de mala gana la destinación a la CNI, la que violentaba sus principios. La verdad, es que su elegida especialidad en inteligencia hace no muy viable esa posibilidad. Además, sus cuatro años de desempeño, indican que seguramente nada de lo que vio le produjo ninguna enfermedad del cuerpo o del espíritu y más bien hace pensar que sus superiores estaban bastante satisfechos con su trabajo. Pero de nuevo, aún en ese caso, en que no hubiese tenido opción, su situación sería igual a la de muchos soldados alemanes que formaron en los cuerpos de exterminio y tortura nazis. Por haber participado en una organización criminal, debe ser puesto fuera de la Institución. Puede agradecer a la falta de escrúpulos de Bachelet y de sus antecesores, el haber llegado al generalato. Pero su alejamiento, junto con el de todos los altos oficiales que se encuentren en la misma situación, es imprescindible para grabar a fuego en la doctrina militar chilena, que nada, nunca, puede justificar la violación de los derechos humanos. Quienes vivimos aquella época, en memoria de aquellos que jamás salieron con vida de las garras de la CNI, y en recuerdo de quienes vieron su vida destrozada por la tortura y aún hoy arrastran ese horror, no vamos a guardar silencio.

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