jueves, septiembre 15, 2011

La FACH y el Presidente

El episodio en que la Fuerza Aérea de Chile obligó al Presidente de la República a firmar un documento de exención de responsabilidad antes de embarcarse en un vuelo de esa institución hacia la ciudad de Los Angeles, ha causado gran sorpresa. En realidad, cuesta entender qué resulta más sorprendente: Si la actitud de la FACH de imponer ese trámite al Presidente, o la de éste, que se sometió a dicha exigencia.

No voy a entrar aquí mayormente al análisis jurídico del asunto. Baste decir que el trámite exigido carece de toda validez. De acuerdo al inciso segundo del artículo 38 de la Constitución vigente: “Cualquier persona que sea lesionada en sus derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o de las municipalidades, podrá reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado el daño”. La FACH es un organismo del Estado y si por el actuar negligente de sus funcionarios alguna persona resulta lesionada o muere, deberá ser indemnizada por el Fisco. Se trata de derechos de rango constitucional e irrenunciables.

Pero el tema efectivamente no es en primer lugar jurídico. Es de falta de criterio y de no entender las responsabilidades institucionales. La FACH, así como todas las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad, debe tener como misión de la más alta relevancia salvaguardar la vida del Presidente de la República, en tanto conductor del país. Sabemos cómo funciona esto en otros países, en los que en caso de peligro, el Presidente es prácticamente secuestrado por los funcionarios a cargo de su seguridad a fin de ponerlo a salvo, y sin preocuparse mayormente por su opinión. Hay un deber para con el país, más allá de la persona que ocupe el cargo en un momento determinado.

Pero eso pasa en otros países. En Chile, la FACH, como hemos visto, tiene distintas prioridades. En vez de decirle al primer mandatario: “Bienvenido a bordo Presidente, es un honor servirle en este vuelo, puede usted confiar en que hemos dispuesto todas las medidas para su máxima seguridad”, lo recibe extendiéndole un formulario para que lo firme y desligarse así de entrada de toda responsabilidad a su respecto. Como si se tratase de un bulto cualquiera que se pueda perder o terminar en otro destino, nuestros aviadores no quieren tener líos si le pasa algo al Presidente.


Si resulta vergonzosa la actitud de la FACH para con el Presidente, no es más decorosa la de éste, cuando los militares le obligan a firmar el documento. En vez de indignarse y poner las cosas en su lugar, ordenando la concurrencia inmediata del mando responsable y representándole lo impropio del procedimiento, sin consciencia ninguna de la dignidad del cargo, S.E firma mansamente. Se ha sabido que también Ricardo Lagos se sometió a un escarnio similar durante su período.

En Chile las cosas no están bien con las Fuerzas Armadas y de Orden. Ya lo pudimos constatar dolorosamente en el terremoto del año pasado: La negligencia de la misma FACH, que durante horas fue incapaz de separar un helicóptero del suelo para que la presidenta de la época pudiera trasladarse a las zonas afectadas y tener información de lo que estaba pasando; La incapacidad de la Armada, que costó la vida de 16 compatriotas en Juan Fernández, los que nunca fueron alertados del tsunami en curso: Algunos años antes, habíamos perdido a 45 jóvenes soldados en Antuco, por la falta de criterio de los mandos. Hoy, ya resulta inocultable la responsabilidad de la FACH en la nueva tragedia de Juan Fernández, al enviar un aparato sin autonomía de vuelo suficiente para buscar un aeródromo alternativo en caso de dificultad de aterrizaje en la Isla.

Jamás, en ninguno de los casos anteriores, se ha exigido la responsabilidad del Comandante en Jefe de la respectiva fuerza. La clase política chilena, toda, no ha tenido el valor de hacer efectivo el principio de la responsabilidad del mando. Los resultados están a la vista: Persistencia de la negligencia, falta de criterio, una mentalidad burocrática en los institutos armados que parece centrada en cómo salvar las responsabilidades, en lugar de en cómo asumirlas en plenitud. La ciudadanía debe estar preocupada y comenzar a tomar cartas también en el asunto militar. Es un ámbito demasiado importante para dejarlo en manos de los militares y de los políticos pusilánimes.