viernes, julio 07, 2006

¡¡¡ VIVA LA REGENERACION CICLISTA DE LA TIERRA !!!


A propósito del alza del precio internacional del petróleo, hemos visto en los últimos días un verdadero peregrinaje de distintos sectores políticos hacia el Ministerio de Hacienda, solicitando una rebaja del impuesto a los combustibles.
A algunos pareciera que el impuesto a los combustibles les resulta injustificado; pero sin dudas, es uno de los gravámenes que tienen mayor fundamentación hoy en Chile y en el mundo. Los costos que impone el tráfico motorizado a nuestra sociedad son innumerables. A título meramente ejemplar señalemos:

· Muerte y enfermedad por el aire que envenena.
· Muerte y daño para las personas por los accidentes que causa.
· Pérdida de la paz por el ruido de motores, bocinas usadas indiscriminadamente e infernales alarmas.
· Congestión, que aumenta la contaminación del aire y el ruido.
· Derroche de importantes recursos financieros y de la escasa tierra fértil para edificar nuevas vías y estacionamientos.
· Destrucción del tejido urbano causado por la construcción de autopistas.
· Mayor dependencia económica del país por la importación de combustibles.
· Daño a la biósfera por la emisión de gases de efecto invernadero.

Aún no estamos ni siquiera en condiciones de dimensionar el daño para la humanidad que está provocando el desequilibrio del clima del planeta, causado principalmente por la quema de combustibles fósiles. ¿Cuál es el impuesto justo para compensar ese daño?

Estudios recientes han demostrado que el material particulado que los motores emiten y los vehículos recirculan provoca daño genético. ¿Cuál es el impuesto justo para compensar un daño en nuestros futuros hijos, nietos, bisnietos....?

El impuesto a los combustibles no puede compensar ni remotamente los daños provocados a la humanidad presente y futura y a todos los otros seres de la biósfera por la adicción petrolera de nuestra sociedad. Debiese por tanto ser aumentado, como un mecanismo que desincentive efectivamente una conducta profundamente dañina. Al menos su mantención, combinada con el alza del precio internacional, permite que se restrinja su uso y que exista un incentivo para en primer lugar, reducir el derroche y en segundo lugar, desarrollar energías renovables y mucho menos destructivas.

Desgraciadamente, es posible observar una profunda incoherencia en las políticas públicas de los últimos gobiernos en Chile sobre este tema tan central. Si bien es cierto hasta el momento se ha mantenido el impuesto, ya antes se subsidió la adicción petrolera mediante la “estabilización del precio”. En el transporte de larga distancia, el gran impulso ha ido justamente para desarrollar el transporte carretero, mientras que el ferroviario, si bien ha presentado una pequeña modernización, ni siquiera alcanza los niveles de cobertura que tuvimos en Chile cuarenta años atrás. En la urbe, el Presidente inaugura orgulloso autopistas urbanas, que son un gran estímulo al uso del automóvil, así como los estacionamientos subterráneos en el centro de la ciudad. Lo que es aún más grave, favoreciendo a los grandes especuladores inmobiliarios, se ha dado luz verde a la expansión urbana sobre las tierras agrícolas, que alarga las distancias que es necesario recorrer y al mismo tiempo nos priva de fuentes cercanas de abastecimiento de productos agrícolas.

El modelo de transporte que se impone hoy es insustentable y nos hace cada vez más vulnerables. Como bien lo saben los militares, alargar las líneas de abastecimiento es una de las formas más seguras de ser destruido. Lo que se requiere es una profunda modificación de nuestras formas de vida, que apunte fundamentalmente a la reducción del transporte y a reemplazar transporte destructivo por otro más inocuo. En el primer campo, las modernas tecnologías de comunicación están haciendo ya un aporte muy relevante, con el surgimiento de fenómenos como el tele-trabajo y la tele-educación o en alguna medida el tele-comercio. En el segundo, un real fomento del transporte ferroviario en las largas distancias y del transporte no motorizado en la ciudad, peatonal o en bicicleta, ofrecen muchas posibilidades de disminuir nuestro impacto sobre el planeta sin reducir nuestra calidad de vida, sino incluso, mejorándola. Pensemos en la no inusual imagen de un deportivo ciclista versus la de un obeso automovilista, encerrado en su asfixiante habitáculo en medio de la congestión urbana. Liberarse de la adicción petrolera, como liberarse en general de toda adicción, es un avance hacia una mayor plenitud humana.

Luis Mariano Rendón E
Coordinador
Movimiento Acción Ecológica